2017. Primera nave. Primeros cabeceros. Primera vez que sentí que estaba haciendo algo realmente mío. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Pero tenía ganas. Muchas. Me acuerdo del frío en esa nave, del polvo de madera por todas partes, de los cabeceros apilados unos sobre otros al fondo y de esa mezcla entre miedo e ilusión que solo se siente al principio. Todo era nuevo. Todo era improvisado. Todo era emocionante. Llamo a esa etapa: optimismo desinformado. La energía que da no saber en lo que te estás metiendo. Han pasado 8 años desde esta foto. Y aunque ya no fabrico solo, aunque ahora hay equipo, maquinaria, pedidos de toda Europa… Sigo haciendo esto por lo mismo que entonces: Para enseñar al mundo que una forma de crear más honesta, cercana (en todos los sentidos) y real es posible. A veces me preguntan si volvería a empezar. La respuesta es sí. Pero no volvería a hacerlo igual. Hoy sé que emprender no es solo tener una idea bonita. Es seguir cuando el cuerpo no quiere. Es crecer sin perderte. Es equivocarte y volver. Pero también es esto: Mirar atrás, ver esta foto y pensar… “Mira todo lo que hemos construido.” Gracias a quienes habéis formado parte de este camino. Y a quienes estáis por venir. Kiko Izard, fundador de Woodabu